Paul McCartney tiene más años y menos voz que la última vez que lo vimos, pero es el de siempre. Un solo acorde es necesario para conectar con nuestra educación sentimental. Porque todos somos Beatles incluso desde antes de saberlo. Quien estas líneas escribe nació en los años 70 y un pantallazo a un campo colmado, colmadísimo, alcanza para registrar que esta noche de sábado, en River, hay gente de seis a ochenta y pico de años.
Con su nuevo tour, el “tío” Paul nos dice que está de vuelta, justo en una época que muchos músicos de su generación, de Elton John a Eric Clapton, recorren el mundo por última vez. Lejos de usar el remanido recurso de marketing de la gira de despedida, Paul salió eyectado luego de la pandemia para volver a vivir la experiencia que lo mantiene vivo: conectarse con su público -sus públicos-, planificar una lista de temas extensa, extensísima, con varios cambios (no, no toca “Yesterday”) con respecto a la última visita porteña, allá por 2019, en el Campo de Polo y reincidir en aquello de homenajear a John Lennon y George Harrison, los dos Beatles que se fueron antes de tiempo.
“Can’t Buy me Love” abre enérgicamente la noche, cerca de las 21.20, con Paul y su querido bajo Höfner (en las dos horas y cuarenta y cinco de show lo veremos tocar bajos, guitarras, banjo, ukelele y piano). Sabemos que tocará hasta la medianoche, sabemos que hay una docena de canciones que no faltarán y también sabemos, le conocemos, algunos gestos, ademanes, diálogos, incluso guiños. El show de Paul es disfrutable de comienzos a fin, pero muchísimo más cuando se lo vive por primera vez.
Las canciones de los “Fab Four” y las de Wings son los dos grandes pilares en los que se sostiene la lista de más de treinta canciones. Por eso, después de la apertura con ese clásico que este año cumple 60 años desde su lanzamiento original, la noche sigue con “Juniors Farm”, de los Wings, la banda que formó tras la separación de los Beatles y con la que compuso otro buen puñado de clásicos. “Hola Argentina, buenas noches Buenos Aires”, saluda Paul en castellano y más tarde, tras el tercer tema, “Letting Go”, suma: “Estoy muy feliz de volver a verlos. Esta noche voy a tratar de hablar un poco español”. Mientras tanto, desde las plateas altas, sus fans lo sorprenden sosteniendo carteles que forman las palabras “Welcome Paul”. Más tarde, le tocará al campo aportar su color.
Si en la previa se sucedían en las pantallas imágenes de toda una vida, con preponderancia de los años junto a John, George y Ringo, en el recital se acentúa aún más. Paul tiene reservados dos momentos muy emotivos, que la mayoría sabe que van a llegar pero no por eso causan menos impacto. Uno es el tributo a John con la canción que su amigo Paul le compuso (”Esta canción la escribí para mí querido hermano John”, cuenta en castellano), “Here Today”, que interpreta con guitarra acústica; y el otro es el homenaje a George que sabemos que empieza tocándolo en el ukelele, solo y que en la segunda mitad de la canción se suma la banda y él pasa a la guitarra acústica.
Hace más de veinte años que a Paul lo acompañan Rusty Anderson y Brian Ray en guitarras, Wix Wickens en teclados y el genial Abe Laboriel Jr en batería. Esta vez a ellos se suma el trío Hot City Horns, vientos que hacen un significativo aporte a lo largo de la noche. Sólidos, están en escena para hacerle todo más fácil al “jefe”. El canta, toca, tiene breves intercambios con el público y, siempre, siempre, disfruta. No hay ceños fruncidos ni gestos ampulosos, no hay nada que saque a Paul de su “mood”, de esa calma que ya es marca registrada en él.